Candelario se recupera y dispara el interés para fines de cambio

Jeimer Candelario se devaluó en 2022, su derrumbe fue tal que Detroit ni le ofreció salario en arbitraje y en la agencia libre tuvo que tomar dos millones de dólares menos del mínimo que le correspondería por años de servicios y desempeño.

Pero en Washington, el antesalista nacido en Nueva York de padre petromacorisano ha recuperado tanto crédito al punto de que cuando la temporada se acerca a la mitad de calendario es pieza que más de un equipo identifica como refuerzo para perseguir los playoffs.

El nombre de Candelario no para de sonar de cara a la fecha límite de cambios (primero de agosto). Los Cachorros, su equipo original que lo firmó en 2010 y lo hizo debutar en 2016 para luego canjearlo a Detroit, habrían telefoneado a la capital estadounidense preguntando por él.

También los Yanquis, con pobre aporte ofensivo de los ocupantes de su esquina caliente (.189/.260/.351) se han fijado en quien sustituyera a Vladimir Guerrero Jr., en la inicial del equipo dominicano en el pasado Clásico Mundial de Béisbol.

Candelario, de 29 años, batea para .261/.338/.471 con un OPS ajustado de 124. Sus 24 dobles representan la mayor cantidad entre los quisqueyanos este curso. El ambidiestro tiene 10 cuadrangulares, 36 carreras remolcadas y la fórmula de Baseball-Reference arroja 2.6 victorias sobre jugador reemplazo (bWAR).

Las luces también llegan con el guante. Suma cuatro carreras salvadas con la defensa (la tercera mayor cantidad en toda la MLB entre los antesalistas), su número más alto y lejos de aquel defensor que en 2018 terminó con -18.

El interés aumenta ya que se trata de un jugador que ha demostrado poder jugar bien la primera y la tercera y en Washington temen que su precio se dispare si deciden retenerlo cuando llegue a la agencia libre.

En un equipo en reconstrucción como los Nacionales, Candelario es visto como un mimbre con utilidad para sostener los talentos que están programado para la siguiente ventana de oportunidades. Una situación que pone el dilema a la gerencia sobre si acceden a cambiarlo o lo retienen.