En recuerdo de los héroes caídos el 4 de junio de 1961
No es tan importante cómo se comienza, si no cómo se termina. Con esta frase quiero recordar a quienes, un día como hoy, hace ya 62 años, caen abatidos por la metralla de los ruines esbirros del régimen trujillista: Antonio Ramón de la Maza Vásquez, y el general Juan Tomas Díaz Quezada.
Antonio Ramón de la Maza Vásquez nació el 24 de mayo de 1912, en la ciudad de MOCA, provincia Espaillat, ciudad reconocida por parir hombres guapos. Era el segundo de doce (12) hermanos. Hijo de Ernestina Vásquez, quien era sobrina del expresidente Horacio Vásquez y el general Vicente De la Maza, quien participó junto a Ramón Cáceres, Horacio Vásquez y Ramón de Lara, en el ajusticiamiento del dictador Ulises Heureaux (Lilís). Allí estaba enraizada su estirpe familiar de hombres valientes y de tiranicidas, por lo que , agregamos nosotros, «hijo de gato casa ratón». Contrajo nupcias con Aída Michel Díaz en Moca, con quien procreó a Lourdes.
Antonio de la Maza era un joven de carácter fuerte, de conciencia familiar orgullosa y de recios valores, poseedor de una llamativa personalidad, trabajador, de pocas palabras, franco, valiente y decidido en sus acciones.
Por más de veinte años estuvo dedicado a la industria maderera, cuyo centro de operaciones estaba localizado en Restauración, Provincia de Dajabón. En el año de 1931 participó en movimientos de resistencia a la incipiente tiranía de Rafael Leonidas Trujillo Molina. Estas manifestaciones se produjeron en Moca, donde enfrentó las fuerzas represivas del régimen, en compañía de Arcadio Domínguez, otro valiente mocano que posteriormente fue asesinado, ambos montados en sendos caballos, al grito de «abajo Trujillo» se enfrentaron a tiros a una patrulla de soldados del ejército trujillista, y, después de obligar a algunos de ellos a gritar «abajo Trujillo», se escondió en varios lugares de amigos y familiares.
Ante el temor de que lo mataran por sus constantes enfrentamientos con las fuerzas trujillistas, sus padres Vicente y Doña Estela, hablaron con el General Piro Estrella (padre de Salvador Estrella Sadhalá), muy amigo de ambos, para que interviniera con el fin de salvar la vida de Antonio. Piro intervino y presentó a Antonio de la Maza a Trujillo, quien al verlo exclamó riéndose al medir a su opositor, «¿Y éste es el joven que estaba complotando contra mí?» Y luego de conversar con él y preguntarle qué le gustaba, le ofreció enviarlo a estudiar mecánica a Alemania, pero Antonio le contestó que no quería salir de su país. Entonces, Trujillo lo nombró en el Cuerpo de Ayudantes Militares. Entró como cadete y, varios años más tarde, terminó sus días en el ejército como Segundo teniente.
Antonio estaba inconforme desde hacía años con el régimen y se le agregó el asesinato de su hermano Octavio (Tavito). Esto lo hizo asumir una posición radical y eliminar al tirano se convirtió, para él, en una obsesión.
Trujillo, consciente de la realidad, otorgó contratas de obras a De La Masa, y éste, aludiendo a esas contratas, que recibía con mucha frecuencia de parte del gobierno, decía evidentemente herido: ´´Yo no vendo la sangre de mis hermanos, que nadie se equivoque´´. Y así hablaba sin reparos de limpiar para siempre el honor de la familia. (Tomado del libro ´´Ayer, 30 de mayo y después´´, de Fernando Amiama Tió).
Cuando fue asesinado su hermano Octavio (Tavito), Trujillo mandó a buscar a Antonio De La Maza para darle el pésame y le informó que ordenaría una investigación del crimen de su hermano Octavio y que los culpables pagarían por ese hecho. ¡Y nunca tuvo Trujillo tanta razón!, pues, a nuestro entender, esa muerte fue el estallido que hizo que el león despertara de su letargo. A esto se le suman los crímenes contra los expedicionarios del 59, que le conmovieron profundamente. Los asesinatos de las hermanas Mirabal, lo convencieron de que el ajusticiamiento no podía esperar más y que lo haría lo más pronto posible. Su determinación fue tal que, de no concretarse el plan del 30 de mayo, el 5 de junio los hermanos de la Maza, su primo Eduardo Antonio García Vásquez, y sus amigos Miguel Bissié y Luis Manuel Cáceres (Tunti), estaban listos para ejecutar a Trujillo durante su visita a Moca para inaugurar la Iglesia de esa ciudad.
El general Juan Tomás Díaz Quezada, nace en San Cristóbal, el 5 de octubre de 1905, y fallece el 4 de junio de 1961, a los 56 años. Hijo del general Lucas Díaz Álvarez y Eloísa Quezada Vicioso, el puente sobre el río Nizao, en la carretera Sánchez, lleva el nombre de su padre. Fue uno de los ajusticiadores del tirano Rafael Leonidas Trujillo Molina. Ingresó en el ejército, en donde alcanzó, luego de 28 años, el grado de general De Brigada.
Al momento de su muerte estaba casado con María Cristina Díaz Pina (Chana), con quien había procreado a mis tíos Jaime y Eduardo, de matrimonios anteriores procreó a mi madre Marianela, y mi a tía Elfrida, mi tía Mirna y a mi tío Tomasito. Era un hombre alegre y le gustaba agasajar a sus amigos.
Siendo jefe de brigada en la ciudad de la Vega, el 14 de junio de 1959, tuvo lugar la expedición de un grupo de jóvenes dominicanos y algunos cubanos por Constanza, Maimón y Estero Hondo. En cuestión de días, los expedicionarios fueron abatidos, cayendo muchos de ellos presos. El hijo del dictador Trujillo, Ramfis, había ordenado que fuesen conducidos a Santo Domingo amarrados de pies a cabeza, pero Juan Tomás, hombre de grandes valores éticos y morales, no obstante ser miembro de la alta oficialidad del malvado régimen de Trujillo, solo los mandó amarrados de las manos a sus espaldas, además de que se negó de plano a torturar y asesinar a los expedicionarios del 14 de junio, señalando que los soldados no estaban para matar personas desarmadas.
Fue un militar serio y de carrera. El doctor Balaguer, en su libro Memorias de un Cortesano en la Era de Trujillo, afirma que siendo el presidente títere de Trujillo (SIC) «fue uno de mis mayores ludibrios» (vergüenza), ya que le tocó un domingo participar como invitado a uno de los almuerzos con los jefes de las Fuerzas Armadas, en los cuales Trujillo preguntaba a cada uno cómo llegaron al rango actual. Cuando preguntó al general Juan Tomás Díaz cómo había llegado, éste describió debidamente su escalafón. Al terminar, Trujillo, según Balaguer, se paró de la mesa e inició una ronda de diatribas e insultos y malas palabras, frente a todos los comensales. Sigue explicando Balaguer que el general se quedó de piedra con sus dos manos sobre la mesa, a pesar de estar armado de su pistola, en medio de una gran tensión. Agrega Balaguer que él temió lo peor ya que el general sudó y cambió de color del coraje, pero se mantuvo impasible, pues sabía que, de hacer un movimiento, era un muerto en el acto. Continúa Balaguer en su libro que: «Desde ese momento supe que algún día iba a matar a Trujillo».
Balaguer lo describió como un general de carrera de mucha vergüenza y proveniente de una reconocida familia de San Cristóbal, con mucha historia ya que el abuelo paterno, el General Lucas Díaz, tuvo una destacada participación en la batalla del 19 de marzo de 1844, y su tío abuelo Modesto Díaz fue un coronel que desembarcó junto al también patriota banilejo General Máximo Gómez, en Cuba, con el patriota cubano y libertador José Martí, jefe del Ejército de Liberación, para luchar por liberar a Cuba del yugo español en 1898, lo que forma parte del aporte de los DIAZ a las patrióticas causas, tanto de República Dominicana como a la de Cuba.
Y repito que no es tan importante cómo se comienza si no cómo se termina, pues sólo personas altruistas, como estas dos a las que rendimos hoy honor a su memoria, fueron personas conscientes de que la libertad nunca es dada, si no que se gana, y claro que no hay camino sencillo hacia la libertad en ninguna parte, estaban conscientes de que, a consecuencia de su participación en el tiranicidio, muchos de ellos tendrían que residir para siempre en el valle de la muerte y convencidos de que es mejor morir luchando por la libertad que a consecuencia de la falta de ésta ser un preso todos los días de tu vida. Así, de forma heroica, ofrendaron sus vidas para que la libertad, en el más amplio sentido de la palabra, fuera devuelta al pueblo que los vio nacer y desarrollarse.
Y con pronunciamientos de frases tales como: «si con hacerlo quedará hecho, lo mejor sería entonces hacerlo sin tardanza», «la culebra se mata por la cabeza», «muerto el perro se acabó la rabia», convencieron a un grupo de amigos, conjurados valientes, discretos y decididos, para que tomaran junto a ellos, la decisión de terminar con el régimen más sangriento conocido en América, en la eliminación de su jefe, mentor y sostén, el tirano Trujillo. Con lo que pusieron fin a 30 años de dictadura, violencia y abusos en contra de todo el pueblo dominicano y ese mismo pueblo, más que claro de que un héroe es alguien que con su propia vida la ofrenda para cumplir con la responsabilidad que tiene para con la libertad de todos, los declaro héroes de la libertad dominicana.
De aquellos sacrificios nacieron estas bondades y nuestro país, a partir de esa hazaña de estos y otros héroes que actuaron junto a ellos el 30 de mayo de 1961, ve reconstruir el puente de la libertad y la democracia para que lo volvieran a transitar todos y cada uno de los dominicanos; puente construido por dominicanos a sangre y fuego, a la cabeza de los que se colocaron Duarte, Sánchez, Mella y Luperón, pero que la dictadura trujillista, por más de 30 años, con violencia y abusos contra el pueblo dominicano, lo había prácticamente destruido.
A partir de ese sacrificio, que identifica el hecho histórico del fin de una era de violencia y abusos, nuestro pueblo ha vuelto a transitar los caminos de la libertad y la democracia, y hemos visto crecer nuestras industrias y afianzar nuestros empresarios, y solo para poner un ejemplo, en el caso del turismo hasta convertirnos en los líderes del turismo caribeño. Todo esto, sin temor a que lo construido nos sea arrebatado.
Nuestro pueblo, con sus diferencias y limitaciones sociales, culturales y políticas, ha vivido desde entonces un periodo de libertad, asistiendo cada 4 años con sus particularidades propias, a una fiesta de la democracia, en la que han nacido estribillos y frases que así lo demuestran, tales como: se abren las ventanas para que primero la gente; y vuelve y vuelve; e´pafuera que van; el cambio va; vuelve el progreso, entre otras.
Sin duda alguna, lo más hermoso que hay es poder hacer lo que quiero porque me siento libre. Una persona sin libertad es como si estuviese muerta, la capacidad de tomar nuestras propias decisiones y desarrollar nuestra vida de manera cotidiana, de acuerdo con nuestra voluntad y preferencias, es fundamental para la dignidad humana.
Porque no es tan importante cómo se comienza si no cómo se termina. Me atrevo a pedir a DIOS, y a todos los dominicanos amantes de la libertad, ¡que guardemos con reverencia y orgullo, los nombres de esta estirpe de patriotas y de su gloriosa epopeya!
¡Que viva la República Dominicana! ¡Que la viva la libertad! ¡Que viva por siempre fresca en nuestras mentes la impronta de estos héroes: Antonio de la Maza Vásquez y el general Juan Tomás Díaz Quezada!