George Floyd y #BlackLivesMatter: ¿qué tanto importa la vida de los negros en América Latina?

La consigna Black Lives Matter(«Las vidas de los negros importan») ha vuelto a resonar con fuerza en Estados Unidos y muchas otras partes del mundo durante los últimos días.

En muchos casos se grita en protesta por lo sucedido con George Floyd y la desproporcionada cantidad de afroestadounidenses que muere a manos de la policía en EE.UU.

Pero en varias partes de América Latina el lema también le da voz a sentidas reivindicaciones de la población negra local.

La razón: la experiencia de la gran mayoría de los afrolatinoamericanos es que sus vidas no necesariamente valen más al sur de la frontera estadounidense.

«La verdad -y me duele y me apena decir esto- es que no hay una gran diferencia«, le dice a BBC Mundo Alejando de la Fuente, director del Instituto de Investigaciones Afrolatinoamericanas de la Universidad de Harvard.

«El viejo sueño de que América Latina es menos racista que EE.UU., o que el racismo estadounidense es peor que el de América Latina, es simplemente falso», afirma.

Y lo mismo sostiene la relatora para los derechos de las personas afrodescendientes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Margarette May Macaulay.

«En América Latina los afrodescendientes sufren muchísimo por la falta de respecto de sus derechos humanos más básicos», le dice a BBC Mundo.

«Los asesinan, les quitan sus tierras, tienen los peores empleos, el menor acceso a educación, el menor acceso a salud, a vivienda, a todo», agrega.

Víctimas mortales

Si los asesinatos son la dimensión más obvia de la falta de respeto por la vida de un colectivo, el caso de Brasil es un ejemplo dramático de lo poco que importan las vidas de los afrodescendientes en América Latina.

Casi ocho de cada 10 víctimas de homicidios en Brasil (el 75,5%) son negros, aunque los afrodescendientes constituyen el 50,9% de la población del país.

Y la proporción es virtualmente la misma (75,4%) cuando se consideran únicamente homicidios imputables a las fuerzas del Estado que deberían proteger vidas.

De hecho, según cifras del Foro Brasileño de Seguridad Pública, la policía en Brasil mata a unos 5.000 afrodescendientes al año.

Esto es 21 veces el número de negros que mueren anualmente a manos de la policía de EE.UU., aunque Brasil solo tiene 2,45 veces más afrodescendientes.

Y aunque la mayoría de los países de la región no desagregan estas y muchas otras estadísticas por raza, hay numerosos indicios de que estos son problemas que se repiten en buena parte de América Latina.

«Existen pocos datos etnoraciales sobre violencia fuera de Brasil», dice el Banco Mundial en su informe «Afrodescendientes en Latinoamérica», de 2018, en el que también destaca «la incidencia considerablemente mayor del crimen y la violencia entre los jóvenes afrodescendientes».

«Existe abundante evidencia (…) de que los sesgos raciales exacerban su predisposición a ser victimizados tanto por criminales como por instituciones«, se explica además en el documento.

La CIDH también ha destacado esta «doble victimización» de los afrodescendientes, en tanto que tienden a ser excluidos de la protección de las fuerzas de seguridad del Estado y suelen ser más afectados por la violencia institucionalizada, incluyendo penas judiciales más duras.

«La brutalidad policial per se es un problema en América Latina. Pero es mucho más grave cuando involucra a afrodescendientes y pueblos indígenas», valora Macaulay.

Invisibles

El tratamiento diferenciado a negros e indígenas se hace además evidente en las cifras de pobreza y acceso a servicios básicos de toda la región, en los que estos dos grupos también ocupan los últimos lugares.

De hecho, «desde el punto de vista de los indicadores socioeconómicos tradicionales, la tendencia general es que las poblaciones indígenas están peor«, destaca Fabiana Del Popolo, jefa del área de demografía e información en población del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade), adscrito a la CEPAL.

Pero para Macaulay, además de la violencia hay otra dimensión que permite argumentar que la vida de los afrodescendientes es incluso menos valorada que la de los indígenas.

«Son muy invisibles. Por eso están incluso peor que los indígenas, que también sufren terriblemente», afirma la comisionada de la CIDH.

«Uno todavía se encuentra gente que dice que no hay negros en sus países. En muchos hasta hace muy poco ni siquiera se les reconocía en los censos. Y si uno no existe en los censos, es muy difícil que se le garanticen sus derechos», le dice a BBC Mundo.

Y Del Popolo coincide en que esa invisibilización, que ha sido «una constante» en la gran mayoría de los países de la región, es un importante ejemplo de la discriminación que afecta a los afrolatinoamericanos.

«Ese es el primer gran problema: la histórica negación de las poblaciones y las personas afrodescendientesen nuestro continente», le dice a BBC Mundo.

«Pero en los 20 países de América Latina hay población afrodescendiente. Eso es un hecho», agrega.

Mal contados

De hecho, aproximadamente uno de cada cuatro habitantes de la región es afrodescendiente.

Pero, según las cifras oficiales, también son clara minoría en la mayoría de los países de la región, llegando a representar menos del 1% de la población en países como Argentina, Bolivia, Paraguay y El Salvador.

Afrodescendientes en América Latina
PaísPoblación afrodescendiente (2015)% de la población
Brasil104,5 millones50,7%
Venezuela17,1 millones55%
Colombia5,1 millones10,6%
México1,5 millones1,2%
Ecuador1,2 millones7,2%
Cuba1,2 millones10,1%
Perú720.0002,3%
Costa Rica380.0008%
Panamá370.0009,2%
Uruguay280.0008,1%
Argentina170.0000,4%
Nicaragua170.0002,8%
Honduras130.0001,4%
Bolivia20.0000,2%
Paraguay10.0000,2%
El Salvador10.0000,1%
Guatemala*5.7000,04%
* La cifra de Guatemala proviene del informe «Situación de las personas Afrodescendientes en América Latina» (CEPAL, 2017) y son de 2010. El resto proviene del informe «Afrodescendientes en Latinoamérica» (Banco Mundial, 2018).

En las cifras oficiales, sin embargo, no se ponen de acuerdo ni los organismos internacionales: mientras el Banco Mundial estima el porcentaje de afrodescendientes en Venezuela en un 55%, para la Celade-CEPAL son un 3,4%.

En Cuba, por su parte, el Banco Mundial estima la población afrodescendiente en un 10,1%, pero para la Celade-CEPAL es más de tres veces mayor: el 35,9%.

Parte del problema es que esas cifras oficiales se desprenden de censos que, en la mayoría de los casos, solamente empezaron a incluir preguntas de auto-identificación racial a partir de 2010.

Y, como explica Del Popolo, «es muy difícil medir con un instrumento estadístico un fenómeno que las sociedades no están reconociendo«.

Como ejemplo, la experta de la Celade-CEPAL ofrece la inclusión de categorías como «mestizo», pues «en contextos de discriminación es posible que una persona indígena o afrodescendiente se escondan detrás de esa categoría«.

Según Del Popolo «eso un poco pasó en (el último censo en) Perú», donde según las cifras oficiales la población afrodescendiente es el 2,2% del total.

Y la especialista tampoco cree que la población afrodescendiente de Venezuela sea únicamente el 3,4% que se reconoce como tal, pero tampoco el 55% que suma si se incluye a los que se reconocen como «morenos«, pues esa categoría también es reivindicada por gente de otros orígenes.

«En República Dominicana el censo todavía no incluye preguntas de autoidentificación racial. Pero ellos a veces comparten cifras de su población afrodescendiente, que se basa en aproximaciones a partir del idioma materno, que es el creol, lo que significa que para ellos los afrodescendientes son los haitianos», le cuenta a BBC Mundo.

Pero el ejemplo más emblemático de lo imperfecto de las cifras oficiales tal vez sea el de Colombia, donde problemas con el censo de 2018 se tradujo en una aparente reducción del 30% de la población que se autoidentificaba como afrocolombiana.

Las nuevas cifras, ya modificadas -una reducción de 2,9 millones de personas que habría llevado el porcentaje de población afrodescendientes en el país del 10% al 6% del total- fueron denunciadas en su momento como un «genocidio estadístico«.

Y las limitaciones de los censos se multiplican en el conjunto de los sistemas estadísticos.

Así, por ejemplo, en la región tampoco tienen cifras de esperanza de vida al nacer desagregadas por etnia o raza, lo que también ayudaría a determinar si las vidas de los negros importan menos que la de los blancos latinoamericanos.

Peor vida

Lo que sí se sabe, sin embargo, es que variables como el nivel de ingresos, la escolarización y el acceso a servicios básicos inciden sobre la esperanza de vida al nacer y la calidad de vida de las poblaciones.

También se sabe que los afrolatinoamericanos sistemáticamente se ubican en lo más bajo de esas tablas.

Según el ya mencionado reporte del Banco Mundial, por ejemplo, mientras que la pobreza en Colombia afecta al 27% de la población total la cifra aumenta al 41% en el caso de los afrocolombianos.

Y algo parecido sucede en Ecuador (donde el aumento es del 22% al 34%), Perú (del 18% al 29%), Brasil (del 12% al 26$) y hasta Uruguay (del 4% al 13%).

En Nicaragua, por su parte, mientras que el porcentaje de la población total con acceso a agua potable es del 63%, la cifra se reduce al 15% en el caso de los afrodescendientes.

Mientras en toda la región los afrolatinoamericanos tienen tres veces menos posibilidades de completar la universidad que los no afrodescendientes, pues apenas lo hace el 5%, por el 14% del resto.

Por lo demás, las últimas cifras disponibles de mortalidad materno-infantil por condición étnica, que pertenecen a un reporte de 2013 de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), también parecen dejar en claro que las vidas de negros (e indígenas) no son las más valoradas en la región latinoamericana.

Según el reporte «La salud de los pueblos indígenas y afrodescendientes en América Latina», la tasa de mortalidad infantil estimada de los afrodescendientes en Brasil es de 40,2 (por cada 1.000 nacidos vivos) pero solo de 26,7 para la población que no es afrodescendiente.

La tendencia se repite en Colombia (31,7 vs. 23,9), Ecuador (37,2 vs. 29,3) y Nicaragua (38 vs 26,4).

Y ni siquiera la pandemia de covid-19 ha dejado de afectar con más dureza a los afrolatinoamericanos.

La situación ya obligó a la OPSa publicar el reporte «Consideraciones sobre pueblos indígenas, afrodescendientes y otros grupos étnicos en el marco de la pandemia de covid-19».

Y para el profesor De la Fuente ese es una prueba contemporánea de cómo la vida de los negros no importa más al sur del Río Grande.

«Los efectos diferenciales de la pandemia de covid-19 según grupos racializados son otra realidad que parece ser común a las Américas«, le dice a BBC Mundo.

«En eso tenemos mucha mejor información para EE.UU, alguna información para Brasil y casi ninguna información para los otros países de América Latina», prosigue.

«Pero hay muchas denuncias desde el terreno para intuir que la pandemia está teniendo efectos raciales diferenciados».

Esperanza

La esperanza de cambio, sin embargo, está ahí.

Según Fabiana del Popolo, 18 de lo 20 países de la región ya han incluido o tienen previsto incluir explícitamente la posibilidad del autorreconocimiento como afrodescendientes en sus censos.

Todos han suscrito la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial y 11 han hecho lo propio con la Convención Interamericana contra el Racismo, la Discriminación Racial y Formas Conexas de Intolerancia.

Y, en los territorios, las comunidades afrodescendientes han ido mejorando su capacidad de organización y con ello su capacidad para hacerse oír y presionar para el respeto de sus derechos.

Esto permitió, por ejemplo, que en abril de 2019 Chile finalmente reconociera legalmente la existencia de una comunidad afrodescendiente chilena.

Y preguntada sobre el país de la región que puede servir de ejemplo en materia de lucha contra la discriminación, la comisionada Macaulay ofrece el caso de Uruguay, donde la población afrodescendiente constituye el 7,7% del total.

«No es que no tengan problemas, pero están trabajando con las autoridades para tratar de solucionarlos y las autoridades parecen escucharlos», le dice a BBC Mundo.

«También parecen tener un mejor nivel de educación que en los otros países y durante mi visita no mencionaron problemas de violencia por parte de las instituciones del estado», cuenta.

Macaulay, sin embargo, es clara: en América Latina, en materia de racismo, todavía queda muchísimo trabajo por delante.

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