¿Por qué el conflicto en Sudán es importante para el mundo?

Los combates en Sudán entre fuerzas leales a dos altos generales han puesto a la nación africana en riesgo de colapso y podrían tener repercusiones mucho más allá de sus fronteras.

Ambas partes tienen decenas de miles de combatientes y cuentan con apoyo extranjero, riquezas minerales y otros recursos que podrían protegerlas de sanciones. Es una receta para el tipo de conflicto prolongado que ha devastado otros países de Medio Oriente y África, desde el Líbano y Siria hasta Libia y Etiopía.

Los combates, que comenzaron luego de que Sudán intentó hacer una transición a la democracia, ya han dejado cientos de muertos y a millones de personas atrapadas en zonas urbanas, guareciéndose de los disparos, explosiones y saqueos.

Este es un vistazo a lo que está pasando y el impacto que podría tener fuera de Sudán:

¿Quiénes están luchando?

El general Abdel Fattah Burhan, jefe de las fuerzas armadas, y el general Mohamed Hamdan Dagalo, dirigente del grupo paramilitar conocido como las Fuerzas de Apoyo Rápido —surgido a partir de las notorias milicias Janjaweed de Darfur_, pretenden hacerse con el control de Sudán. El enfrentamiento ocurre dos años después de que perpetraron un golpe de Estado conjuntamente y frustraron una transición a la democracia, la cual había empezado luego de que manifestantes en 2019 ayudaran a obligar al autócrata Omar al Bashir a dejar el poder. En meses recientes se estaban llevando a cabo negociaciones para retomar la transición a la democracia.

El que gane los combates más recientes probablemente será el próximo presidente de Sudán, mientras que el que resulte derrotado se enfrenta al exilio, el arresto o la muerte. También es posible que haya una prolongada guerra civil o que el país sufra una partición en feudos rivales.

Alex De Waal, experto en Sudán de la Universidad de Tufts, escribió un memorándum a sus colegas esta semana en el que señaló que el conflicto debería ser considerado como “el primer episodio de una guerra civil”.

«A menos que se le ponga fin rápidamente, el conflicto se convertirá en un juego a varios niveles en el que actores regionales y algunos internacionales perseguirán sus intereses, utilizando dinero, suministros de armas y posiblemente sus propios soldados o representantes»
Alex De Waal
Experto en Sudán de la Universidad de Tufts

¿Qué significa el combate para los vecinos de Sudán?
Sudán es el tercer país africano de mayor tamaño y se extiende a ambos lados del río Nilo. Comparte incómodamente sus aguas con dos pesos pesados de la región, Egipto y Etiopía. Egipto depende del Nilo para mantener a su población de más de 100 millones de habitantes, y Etiopía está construyendo una enorme presa río arriba que ha alarmado tanto a El Cairo como a Jartum.

Egipto mantiene estrechos vínculos con las fuerzas armadas sudanesas, a las que considera un aliado contra Etiopía. El Cairo ha tendido la mano a ambas partes en Sudán para presionar en favor de un cese del fuego, pero es improbable que se quede de brazos cruzados si los militares son derrotados.

Sudán comparte fronteras con otros cinco países: Libia, Chad, la República Centroafricana, Eritrea y Sudán del Sur, que se separó en 2011 y se llevó consigo el 75 % de los recursos petrolíferos de Jartum. Casi todos están sumidos en sus propios conflictos internos, con diversos grupos rebeldes que operan a lo largo de las fronteras permeables.

“Lo que pase en Sudán no se quedará en Sudán”, señaló Alan Boswell del International Crisis Group, un organismo no gubernamental para la resolución y prevención de conflictos armados. «Chad y Sudán del Sur son los países que parecen correr un riesgo más inmediato de que el conflicto se extienda allí. Pero cuanto más se prolonguen (los combates), más probable será que veamos una intervención externa de gran envergadura”.

¿Cuáles son las potencias externas que están interesadas en Sudán?
En los últimos años, las naciones árabes del Golfo Pérsico han puesto la vista en el Cuerno de África para proyectar su poder en la región.

Los Emiratos Árabes Unidos, un potencia militar emergente que ha expandido su presencia en el Medio Oriente y en África Oriental, tiene estrechos vínculos con las Fuerzas de Apoyo Rápido, que enviaron miles de combatientes para ayudar a los EAU y a Arabia Saudí en su guerra en Yemen contra los rebeldes hutíes, respaldados por Irán.

Rusia, por su parte, desde hace tiempo tiene planes de construir una base naval capaz de albergar hasta 300 soldados y cuatro buques en Puerto Sudán, en una ruta comercial crucial del Mar Rojo para los envíos de energía a Europa.

El Grupo Wagner, una organización rusa de mercenarios con vínculos cercanos al Kremlin, ha hecho incursiones en África en los últimos años y lleva operando en Sudán desde 2017. Estados Unidos y la Unión Europea han impuesto sanciones a dos empresas mineras de oro de Sudán vinculadas a Wagner y acusadas de contrabando.

¿Qué papel desempeñan los países de Occidente?
Sudán se convirtió en un paria internacional al acoger a Osama bin Laden y a otros extremistas en la década de 1990, cuando Al Bashir había habilitado un gobierno islamista de línea dura.

Su aislamiento se profundizó por el conflicto en la región occidental de Darfur en la década del 2000, en el que las fuerzas sudanesas y el grupo Janjaweed fueron acusados de cometer atrocidades mientras reprimían una rebelión local. A la larga, la Corte Penal Internacional acusó a Al Bashir de genocidio.

Estados Unidos retiró a Sudán de su lista de Estados patrocinadores del terrorismo después de que el gobierno de Jartum aceptara forjar vínculos con Israel en 2020.

Pero miles de millones de dólares en préstamos y ayuda fueron puestos en pausa luego del golpe de Estado de 2021. Eso, aunado a la guerra en Ucrania y la inflación global, provocaron que la economía se desplomara.

¿Pueden las potencias externas hacer algo para detener los combates?
Los problemas económicos de Sudán parecerían ofrecer una oportunidad para que países occidentales utilicen sanciones económicas con el fin de presionar a ambas partes del conflicto a deponer las armas.

Pero en Sudán, al igual que en otras naciones africanas ricas en recursos naturales, desde hace tiempo los grupos armados se han enriquecido mediante el oscuro comercio de minerales raros y otras materias primas.

Dagalo, que alguna vez fue pastor de camellos de Darfur, posee vastas propiedades ganaderas y operaciones en minas de oro. También se cree que los países del Golfo Pérsico le han pagado bien por los servicios prestados por las FAR en Yemen en su lucha contra los rebeldes alineados con Irán.

Las fuerzas armadas controlan gran parte de la economía, y también pueden contar con empresarios de Jartum y a lo largo de las márgenes del Nilo que se enriquecieron durante el largo gobierno de Al Bashir y que consideran que las FAR son burdos guerreros del interior.

“El control de los fondos políticos no será menos decisivo que el del campo de batalla”, afirmó De Waal. «(Los militares) querrán hacerse con el control de las minas de oro y las rutas de contrabando. Las FAR querrán interrumpir las principales arterias de transporte, incluida la carretera de Puerto Sudán a Jartum”.

Mientras tanto, el gran número de posibles mediadores —entre ellos Estados Unidos, la ONU, la Unión Europea, Egipto, los países del Golfo Pérsico, la Unión Africana y el bloque de ocho naciones de África oriental conocido como IGAD— podría hacer que cualquier intento por alcanzar la paz sea más complicado que la propia guerra.

“Los mediadores externos corren el riesgo de convertirse en un atasco de tráfico sin policías para solucionarlo”, manifestó De Waal.