Scarlin Hernández, la dominicana que creó códigos para el laboratorio espacial
Scarlin Hernández, con apenas cuatro años abandonó el país junto a su madre tras el gran sueño americano. Unos 26 años después pone en alto la bandera dominicana siendo parte del proyecto espacial del telescopio James Webb, el mayor y más potente enviado hasta ahora fuera de la atmósfera.
Esta ingeniera de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), ingresó a la astronáutica luego de ser becada por la Fundación Nacional de Ciencias y la Universidad de Tecnología Capitol en 2009. Allí se licenció como ingeniera informática, pero la magia de la ciencia de la navegación más allá de la atmósfera terrestre la enamoró cuando realizó una pasantía con el equipo de vuelo de la institución de investigación espacial.
Aunque realizó su despegue la Navidad pasada, es en 2014 cuando la hoy joven de 30 años se integró al equipo que logró llevar al espacio al telescopio más potente. Su función entonces era desarrollar y probar códigos para el subsistema de control de despliegue de la misión y, ocho años más tarde, se dedica a desarrollar códigos para comandar y controlar las actividades de los sistemas de la nave espacial en órbita.
Controlar el telescopio desde la tierra no es un trabajo sencillo. A través de una computadora y viendo todo un espectro, se envían una serie de comandos y códigos a una antena que los transmite hasta el equipo para direccionarlo y poder activar sus funciones. Esa estricta supervisión y el manejo del mismo permitió incluso que se ahorrará una considerable cantidad de combustible en el despegue.
Enamorada de su carrera
Su primera misión fue la de Medición de Lluvias Tropicales (TRMM, por sus siglas en inglés) de la NASA, consistente en un satélite meteorológico ubicado en el Instituto de Operaciones Espaciales de su alma máter.
La joven ingeniera reconoció que fue durante su pasantía en esa misión que se enamoró de la ingeniería espacial. Darse cuenta de que formaba parte de un proyecto que salvaba vidas con, por ejemplo, emisiones de alertas de tsunami, le fascinó.
“Vamos a redefinir nuestro entendimiento del universo, porque los vamos a ver de una manera que nunca lo hemos visto”, menciona Scarlin entre los grandes beneficios que recibiría la ciencia y la humanidad con la operación del telescopio James Webb, uno que tardó alrededor de 25 años de desarrollo.
Además esperan conocer cómo evolucionan las galaxias, cómo se originan las estrellas, cómo surgen los planetas y, si tienen atmósferas, cuáles elementos se encuentran en esos ambientes.
Este aparato, funcionando con hidrógeno y paneles solares con los que buscan también obtener de esta clase de energía, podría llegar a recopilar datos e información de hasta hace unos 13.5 mil millones de años, “ya pasada la época oscura, a las primeras estrellas y galaxias del universo”.
“Bien profundo en el infrarrojo, vamos a poder ver gas, niebla, polvo en el espacio; ver qué existe ahí y vamos a encontrar cosas que no sabíamos que existían antes, vamos a explorar el comienzo de la vida y cómo se originó el planeta”, todo esto será logrado gracias a una serie de instrumentos que permitirán reconocer estos elementos a través de la observación, la espectrografía y la telemetría.
Pero esas imágenes no serán vistas hasta al menos cinco meses, mientras completan el proceso de alineación del espejo primario formado por 18 hexágonos y el enfriamiento de los equipos.
“Todavía estamos alineando los 18 segmentos del espejo primario de 6.5 metros para que funcionen como un gran espejo (…) y tener así más cobertura del espacio”, explica Hernández.
¿Y si el potente sol les obstaculiza o les calienta de más los instrumentos? Cuentan con un parasol de 14 metros, equivalente al tamaño de una cancha de tenis, para que puedan trabajar de forma óptima a pesar de las altas temperaturas del sol y sus rayos.
Algo que le encanta a Scarlin del proyecto del que forma parte es que, a pesar de ser una colaboración internacional entre Canadá, Estados Unidos y países europeos, los avances científicos serán de dominio público cuando la información esté disponible.
“Esto es muestra de que cuando tenemos la misma meta y trabajamos unidos podemos lograr grandes cosas”, agrega.
El telescopio alcanzó recientemente el millón de millas de distancia de la tierra. Desde el centro de operaciones se mantienen en comunicación permanente con la nave espacial por medio de telemetría con antenas de gran potencia. Asimismo, hay un equipo dedicado a la dinámica de vuelo, a las coordenadas exactas del cohete y la proyección de su futura ubicación. El sol los mueve y tienen que balancear el equipo mientras gravita.
El observatorio espacial de aproximadamente diez mil millones de dólares y que fue lanzado el pasado 25 de diciembre está diseñado para expandir los éxitos científicos del telescopio Hubble, lanzado en 1990.
La ingeniera explicó además que el telescopio no está pensado para la predicción de fenómenos en el planeta, sino en el análisis del sistema solar completo y, dependiendo de los hallazgos, sopesarán si será necesario el uso de más telescopios o el apoyo de otros equipos.
Scarlin ha brindado mentorías a mujeres ingenieras y pasantes egresados de su universidad, pero su conocimiento no queda allí. Ella ha aportado a la divulgación de la astronomía en el país con charlas, además de participar en foros con la Sociedad Astronómica Dominicana (Astrodom) y el Club Astronómico de Santiago, así como también a grupos de matemáticas, ciencias y tecnología.
“Mucho del trabajo es voluntario, por lo que creo que hacen falta recursos”, es por ello que insta al Estado a que implemente algún programa para la promoción de las ciencias, la tecnología y las matemáticas desde pequeños, “ese es el futuro (…) y la escuelas deben hacerlo prioridad”.
Asimismo, Hernández resalta la necesidad de ir a ayudar a los que ya están establecidos como voluntarios y capacitar en astronomía a los docentes para que multipliquen el conocimiento, “es importante apoyar a esas personas que tienen pasión para eso y el entendimiento”.
FUENTE AGENDA 56