Un permiso humanitario permite a un veterano deportado hace 17 años regresar a California

Héctor López Guillén, un veterano del Ejército estadounidense que fue deportado a México hace más de 17 años, regresó de manera permanente este miércoles a California gracias a un permiso humanitario que le otorgó el Gobierno de Estados Unidos para que se reúna con su familia en año nuevo.

López es el veterano deportado número 96 que regresa a Estados Unidos mediante un programa de perdones y permisos humanitarios de la Administración para reunificar a los militares con sus familias.

«Si fui lo suficientemente bueno para pelear por Estados Unidos, fui lo suficientemente bueno para estar dispuesto a morir por Estados Unidos, entonces soy lo suficientemente bueno para vivir en el que siento que es mi país», dijo López a EFE al cruzar a California en compañía de su esposa, la ciudadana estadounidense María Guadalupe Sibrián López.

El veterano, quien se contagió 20 veces de COVID-19 desde 2020, dijo que no sabe cómo sobrevivió. «Muchas veces pensé que la única forma en que regresaría a California sería convertido en cenizas para que me sepultaran», dijo al hablar de ese derecho que el Gobierno estadounidense nunca negó a los veteranos deportados.

Sentimientos encontrados

En conversación con EFE dijo sentirse contento por saber que regresará a jugar a un campo de golf en el poblado de Madera, California, y a visitar el primer restaurante de comida rápida In&Out que abrieron en su pueblo.

Ahora López verá a sus hijos, de 35 y 30 años, y podrá reunirse con su madre, Gracia Guillén, de 80 años de edad.

Pero por otro lado recordó parte de todo lo que perdió al vivir deportado. Su padre falleció en Madera y no pudo verlo, y hace 25 años que no ve personalmente a sus hijos. «Nos vemos en vivo en línea y platicamos, pero ya hace un cuarto de siglo que no los he podido abrazar», manifestó.

Platicó que sus hijos se negaron a buscarlo del lado mexicano de la frontera «por la fama que algunos han dado a (la ciudad de) Tijuana».

«Mis hijos pensaban que los podrían secuestrar. Yo les decía que vieran cómo en todo este tiempo a mí nadie me había secuestrado, nadie me había disparado», abundó.

También se lleva «un sentimiento agriculce» de Tijuana, donde vivió desde el 20 de diciembre de 2006 cuando lo deportaron. El Departamento de Veteranos envía mensualmente a López su pensión. «No es mucho, pero si vives en Tijuana te alcanza para vivir. En California no te alcanza y por eso algunos ya la piensan si tienen oportunidad de regresar» a Estados Unidos, sostuvo.

Extraño en su país natal

«Yo nací en (el estado de) Michoacán y fácilmente puedo sentirme tijuanense, pero los tijuanenses nunca me sintieron uno de ellos. Me consideran extranjero, como si fuera un turista. Hasta me toman a una paridad más baja mis dólares. Si me equivoco al hablar, me dicen ´pocho´ (un térmico despectivo)», confesó.

López sirvió seis años en las Fuerzas Armadas en una base en Fresno, California, y estuvo a punto de que lo enviaran a la ocupación de Granada en 1983.

Poco después de terminar su servicio cometió «un error con drogas», según dijo a EFE, y fue sentenciado a más de ocho años de prisión. Por buen comportamiento salió de la cárcel en seis años, solo para que ese mismo día lo deportaran a Tijuana.

Hasta entonces nunca pensó que podía ser deportado. «Cuando a mí me reclutaron me dijeron que por servir a las Fuerzas Armadas ya era ciudadano. Y sí, cuando uno es militar pero también después de servir uno se siente estadounidense. Eso es lo que yo siento que soy; por eso, pude dar mi vida por mi país», expuso.

Su esposa, quien durante más de 12 años recorrió regularmente media California para verlo en la frontera mexicana, lo defiende de su infracción con drogas diciendo que en el servicio militar «de alguna manera los convierten en hombres de guerra, dispuestos a matar o morir».

«Eso los cambia por completo. Salen de ahí con estrés postraumático, con tendencia a la violencia, a la depresión y la ansiedad, y entonces buscan una fuga. Pero si los arrestan, como a mi esposo, los deportan», añadió.

Robert Vivar, fundador del centro de ayuda a veteranos en Tijuana del que López fue subdirector, dijo que el regreso del veterano a California es especialmente significativo porque él ayudó en los últimos dos años a que regresaran antes que él a Estados Unidos por lo menos otros 25 veteranos que habían sido deportados.

López, por su parte, aseguró que el regreso de los veteranos deportados «es una lucha que no vamos a detener, que yo voy a continuar en California, hasta que regrese el último de ellos».